Día 8: L'Anse de Tabatière, Cascada Montmorency y Quebec

Kilómetros aproximados: 285.

Como nos acostamos pronto, decidimos que también íbamos a madrugar para que nos cundiera el día; y como ayer, sonaron los despertadores a las 6’30, desayunamos en la habitación alrededor de las 7’30, y a las 8 con el maletero cargado estábamos saliendo.



Como la entrada de ayer también nos valía para hoy, volvimos al PARQUE NACIONAL L'ANSE DE TABATIÈRE, para hacer la misma ruta que ayer por la tarde, y así verlo con otra luz; cuando llegamos al parking había algún coche, pero no nos cruzamos con nadie, estábamos solos; una tranquilidad que hizo que el madrugón mereciera la pena.







Al regresar al coche nos estaba esperando la de la taquilla (cuando llegamos no estaba todavía), para echarnos la bronca porque el ticket había que dejarlo en el coche o llevarlo encima (lo entendimos así, pero la verdad que no tiene mucho sentido); y nosotros lo teníamos ya guardado en la maleta, menos mal que estaba muy organizado el tema de los tickets y fue fácil de localizar.

El destino de hoy era Quebec, y teníamos unas tres horas de viaje, antes de llegar hicimos nuevamente una parada en la CASCADA DE MONTMORENCY, volvimos a pagar lo mismo que hace un par de días. Precio: 8 C$ impuestos incluidos. Precio Parking: 4 C$ impuestos incluidos. Eso sí, esta vez la parada fue en la parte de abajo, donde queríamos.







Luego pusimos rumbo al HÔTEL & SUITES NORMANDIN QUEBEC, que lo teníamos en las afueras de la ciudad, antes de llegar pillamos algo de retención pero no mucha. El check-in nos llevó más tiempo del previsto, porque como en la reserva indicaba que el pago se efectuaría al llegar, lo querían cobrar, pero ya nos lo habían cobrado un par de días antes. Sólo nos dieron una habitación, así que dejamos las maletas y nos fuimos a comer.

Cerca teníamos un Tim Hortons, así que no nos complicamos más y fuimos allí, no sé porque pero nos costó lo nuestro hacernos entender, por lo menos el sándwich calentito que yo me pedí, estaba muy rico; la comida nos costó 61 C$ (salimos a unos 7 € por persona).


Tras la comida, pusimos rumbo a QUEBEC, tardamos unos 20 minutos, no pillamos casi tráfico (era domingo). La previsión del tiempo para hoy, era de lluvia a mitad tarde, pero por lo visto llovió antes de llegar. Fuimos directos al Parking INDIGO Place Champlain (es exterior), tenía un cartel de completo, pero como vimos huecos entramos; está muy bien situado, al lado del centro histórico. El parking es pequeño y nos costó todo el día 15 C$ por ser fin de semana, en días laborables 20 C$ día.

QUEBEC, fue fundada por Samuel de Champlain en 1608, su centro histórico fue declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en 1985. Es la segunda ciudad más poblada de la provincia de Quebec después de Montreal. Más del 95 % de su población es francófona.

Cuando llegamos había bastante gente, su centro histórico se denomina, VIEUX QUEBEC (VIEJO QUEBEC), comprende Haute-Ville (Ciudad Alta) y Basse-Ville (Ciudad Baja).



Llegamos enseguida a PLACE-ROYAL, que se considera el lugar del nacimiento de la América francesa, pues aquí construyó Samuel de Champlain su primera casa; y fue el corazón comercial de la ciudad hasta mediados del siglo XIX. La plaza que vemos hoy es muy similar a la Place du Marché en los años 1725-1750.



En esta plaza se encuentra la Iglesia Notre-Dame-des-Victoires, que es una pequeña iglesia católica, cuya construcción se inició a finales del siglo XVII, en el lugar del asentamiento de Champlain. Horario solo domingos: 9’30 a 16’30.



Muy cerca se encuentra un gigantesco mural inaugurado en 1999, Fresque des Québécois, que cuenta la historia de la ciudad y rinde homenaje a sus figuras históricas, al tiempo que recuerda el ritmo de las estaciones con sus colores cambiantes.


Frente al mural hay un cartel, que indica quien son todos los personajes


Seguimos la ruta subiendo por unas escaleras a la Terrasse Dufferin, donde se encuentra el CHÂTEAU FRONTENAC, que es una de las imágenes más típicas de Quebec. Este hotel abrió sus puertas en 1894 y fue construido por la compañía Canadian Pacific Railway, para promover el turismo de lujo en sus trenes. Lleva el nombre del que fue gobernador de la colonia francesa a finales del siglo XVII, Louis de Buade, conde Frontenac. Actualmente pertenece a la compañía Fairmont, y a lo largo de su historia ha acogido a multitud de personalidades; Winston Churchill y Franklin D. Roosevelt gestaron aquí gran parte del Desembarco de Normandía.






Aquí dimos un agradable paseo, y nos hicimos unas cuantas fotos; el Château Frontenac, tenía un lateral en obras, pero por lo menos pudimos hacer algunas fotos, esquivando dicho lateral.

Seguimos un rato paseando, en la ruta visitamos un par de iglesias, primero la Cathédrale Holy Trinity, que construida en 1800 fue la primera catedral anglicana fuera de las Islas Británicas, destinada a contrarrestar el monopolio de la Iglesia católica entre la mayoría de la población canadiense-francesa; su campanario se eleva un metro sobre el de la Basilique-Cathédrale Notre-Dame, su vecina católica. Horario: 9 a 17.



Y la siguiente fue, la Basilique-Cathédrale Notre-Dame-de-Québec, una de las iglesias más antiguas de Canadá, que desde 1664 sirve a la comunidad católica de América del Norte; su historia está marcada por bombas, incendios y varias reconstrucciones. Horario lunes a viernes: 7 a 16. Horario sábado: 7 a 18. Horario domingo: 8 a 17.



Luego bajamos la “Escalier casse-cou” construida en 1635 para unir la Ciudad Alta con la Baja.


El Quartier du Petit Champlain es un barrio de estrechas calles adoquinadas, tras unos siglos de gran actividad comercial, a principios del siglo XIX entró en decadencia debido a las epidemias. En la década de 1960 su decadencia era total, pero alrededor de 1980, Gerry Paris y Jacques de Blois, con un ambicioso proyecto revitalizaron el barrio, y la Rue du Petit-Champlain se ha transformado en su eje central; aunque desde mi punto de vista, demasiado comercial actualmente.

Rue du Petit-Champlain




Después decidimos tomar algo, preguntamos en un restaurante y entendimos que sí, pero luego el camarero nos dijo que no; hablaba algo de español y fue muy amable, porque nos dijo que sí esperábamos que acabara de atender una mesa, nos acompañaba a uno que sí podríamos tomar algo, así que le esperamos. Fuimos a Bistrot Pape Georges, que aunque también se puede cenar, es más tipo pub, pedimos cervezas y refrescos (43 C$).



Tras este descansito, ya prácticamente era de noche y como teníamos que subir a la Ciudad Alta, esta vez cogimos el FUNICULAR, que inaugurado en 1879, sube un ángulo de 45 grados y cubre una distancia de 64 metros; muy cortito, pero ahorra una buena cantidad de rampas y escaleras, que además ya habíamos subido. Horario: 7’30 a 23. Precio: 3’50 C$.

Una vez en la Terrasse Dufferin, simplemente hicimos algunas fotos del CHÂTEAU FRONTENAC, y nos sentamos tranquilamente.


A cenar fuimos a L'Entrecôte Saint-Jean, previamente lo habíamos reservado por internet; pedimos cinco entrecots y una ensalada, la verdad que bastante buenos (cada uno en el punto elegido), iban con una salsa y patatas fritas con aceite de cacahuete, aunque nosotros no las notamos diferentes; también pedimos un par de postres. Tienen carta en español y el camarero que nos sirvió a nosotros hablaba español; pero el servicio no nos gustó mucho, nos quitaban los platos casi antes de acabar y sin embargo para servir fueron algo lentos; la cena costó 235 C$ con propina incluida, que creo que fue del 13% (salimos a 27 € por persona).



Al salir de la cena bajamos paseando, a esas horas la ciudad estaba mucho más tranquila, parecía otra; y ya nos fuimos al parking.

"Escalier cass-cou" mucho más tranquila




En unos 15 minutos llegamos al hotel, al final habíamos tenido suerte con el tiempo y no nos había llovido durante la tarde; así que mañana continuábamos con la ruta, porque inicialmente habíamos pensado que si hacía falta, a primera ahora de la mañana volveríamos a Quebec, pero con lo visto durante la tarde nos dimos por satisfechos.

A mí personalmente, aunque me gustó, no me enamoró (como a priori imaginaba), una por la gran cantidad de gente, que siempre hace las ciudades menos atractivas, y otra porque me pareció excesivamente restaurada, casi como si fuera un decorado.

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